En estos últimos meses, con todos los acontecimientos
sucedidos y en especial con el atentado de París, todos nos hemos convertido en
defensores de la libertad de expresión apuntando que es un pilar fundamental
para la democracia, incluso presenciando manifestaciones u otro tipo de
protestas cuando se presencia la más mínima restricción.
Sin embargo, otros de los grandes
objetivos por los que la sociedad ha luchado durante años son los derechos, la
igualdad y la justicia.
Como bien sabemos, la libertad de
expresión es un derecho fundamental que tenemos todos los ciudadanos. Pero como
cualquier derecho, debe ejercerse con responsabilidad y respeto siguiendo unas
obligaciones. Por lo tanto, los límites de la libertad de expresión están presentes
en todo aquello que dañe la integridad o el honor de las personas, tanto
palabras como símbolos como imágenes.
Es necesario que existan unas
pautas y unas normas de convivencia donde el respeto y la comprensión sean sus
pilares fundamentales.
Desde mi punto de vista, el atentado de París no tiene ningún tipo de justificación ni estoy de acuerdo con lo sucedido. Pero tampoco defiendo lo que publicaba ese seminario, ya que aparecían burlas y menosprecios hacia una raza y una religión.
Para evitar todos estos conflictos, es necesario que la sociedad se de cuenta de que todos pensamos de una manera y tenemos ciertas creencias e ideologías que no compartimos con todo el mundo y que no por ello tenemos más razón que nadie. La diversidad de culturas, de pensamiento, de religión, de razas... hace que el mundo sea extraordinario donde nunca vas a conseguir conocer todos sus rincones.
Por lo tanto, podemos concluir
que la libertad de expresión no se trata de un derecho absoluto ya que se habla de una libertad con
restricciones, pero que siendo así permite que cada uno argumente sus pensamientos sin faltar nunca al respeto de los otros.
Belén Pérez Trillo
Si pudiéramos verdaderamente todos hacer el ejercicio de ponernos en el lugar del otro cada vez...
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