viernes, 1 de mayo de 2015

Lo que nunca podré olvidar

El jueves 23, comenzamos la clase con un acto emotivo guardando unos minutos de silencio para conmemorar lo ocurrido en Barcelona. Mientras estábamos en silencio, pusimos la canción “Jueves” de La Oreja de Van Gogh.
Esta canción hizo que recordara todo lo que ocurrió el 11 de marzo de 2004 en el atentado de Atocha. De ese día recuerdo haber escuchado un gran ruido y sentir como temblaba el suelo, además recuerdo lo nerviosa e inquieta que estaba mi madre.            También, la cantidad de gente que había por mi calle (muy cercana a Atocha), el tráfico, las calles cortadas… Recuerdo mi desconcierto al no entender qué estaba sucediendo, pero aun así acudí al colegio, aunque tuve que ir andando y no en coche como todos los días.
Otra cosa que recuerdo muy bien es la cara de miedo y sufrimiento que tenía mi profesora y aunque en su momento no lo entendí, ahora no concibo que hubiera estado de otra manera. Pero sin duda, lo que mejor recuerdo de ese día es cuando entró una compañera de clase alrededor de las 2 de la tarde y cómo le cambió la cara a mi profesora. Y aunque en aquel momento no entendía prácticamente nada, ahora sé perfectamente todo lo que sucedió; mi compañera y amiga debía haber estado en ese tren, pero afortunadamente ese día tenía una revisión médica.

Aunque hoy en día no se recuerde con suficiente reconocimiento lo que sucedió este día, yo personalmente me acuerdo mucho y sobre todo, el 11 de marzo de todos los años hago un repaso en mi mente de lo que pasó aquel día para conmemorar a todas las personas que murieron o resultaron heridas, a sus familias y además, por las personas que perdieron el tren, como fue el caso de mi amiga.

Me acuerdo perfectamente de pasar el 11 de marzo de este año por Atocha para hacer una actividad de esta asignatura en el retiro y ver la cantidad de gente reunida para apoyarse y recordar lo sucedido en atentado. Sin embargo, sentí cierta frialdad al ver pasar persona tras persona y que ni se inmutaran o por otro lado quejándose de que había mucha gente que les impedía el paso.





Por otro lado, reflexionamos sobre lo sucedido en Barcelona hace unos días en el que un chico irrumpió en su colegio agrediendo a cuatro personas y acabando con la vida de un profesor.
Lo primero que me vino a la mente cuando escuché la noticia fue el qué le pudo pasar por la cabeza al niño para ser capaz de hacer eso. Entiendo que el sistema en el que estamos está prácticamente podrido pero ¿hasta el punto de dañar e incluso matar a alguien? Ni yo como futura maestra ni nadie que ya lo sea es directamente culpable de lo que está sucediendo en la educación de nuestro País. Los profesores hacen su trabajo e intentan que sea lo mejor posible, pero todos, al igual que el resto de personas, tienen sus errores y sus defectos y nunca le vas a poder gustar a todo el mundo. Sin embargo, nadie tiene el derecho de juzgar a nadie y mucho menos lo que hizo el chico. Además, me parece indignante que lo intenten justificar diciendo que tiene una enfermedad mental. En estos casos me pregunto cómo los padres no se dan cuenta de lo que les ocurre a sus hijos o lo que es peor, que no sean capaces de hacer algo cuando ven algún síntoma y le sometan a un tratamiento médico.
En esta situación está claro que el culpable directamente es el niño, pero indirectamente sobresale el grave problema por el que está pasando la educación y la sociedad en la que vivimos, en la que después de que ocurran estos acontecimientos se escuchen las declaraciones de los padres de los compañeros de este chico diciendo que sus hijos esa noche durmieron perfectamente.




FDO: Belén Pérez Trillo 


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